Muchas
personas tienen la sensación, una vez formada una pareja, de “olvidarse de sí mismas”. En
ocasiones, también aparece esta sensación una vez que la pareja se ha roto
y la persona ha de reorganizar su vida sin el otro.
Con la
expresión “me olvidé de mi, de mis proyectos, necesidades, amistades,…”
quieren decir que dejan de verse con sus amigos, familiares, que dejan de
reservarse un tiempo para ellas mismas de autocuidados, abandonan
actividades placenteras, dejan de involucrarse en su carrera profesional,
etc.
Todo ello
no lo apartan de sus vidas porque les haya dejado de gustar o
satisfacer personalmente, si no porque en muchas ocasiones aparece
dentro de la relación (en ambas personas o solo en una) la sensación de ansiedad ante la
separación temporal de la pareja, que de alguna forma casi obliga a
quien la padece a buscar permanente y compulsivamente a la otra persona
para así compartir cada momento.
Sucede
entonces que se coloca a la pareja en
el centro de la propia vida, como si esta empezase y terminase en
la otra persona. Esta dinámica relacional se ve reflejada y reforzada por la
ideología del amor romántico, entendiendo que el echo de estar en
pareja conlleva sentir esta ansiedad de separación. Algunas frases
que reflejan el sentido de esta dinámica relacional son: “Sin ti no
puedo vivir”, “Necesito verte a todas horas si no no soy feliz”.
Por
este ideal del amor romántico, es común confundir la sensación de estar
enamorado/a con la angustia que se puede sentir al separarse de la otra
persona. Sentir amor por alguien, echarle de menos cuando no estamos
cerca, necesariamente no ha de equipararse a dejar de hacer actividades o
tareas que enriquezcan el área personal para estar con la otra persona, con la única motivación de calmar esta
ansiedad que nace de la separación.
Muchas
personas se encuentran con que no sienten esta necesidad de permanecer en
todo momento junto al otro, y erróneamente ello puede interpretarse como
que la persona no está enamorada realmente ya que mantiene
su autonomía y espacio personal.
Aparecen
aquí inseguridades y desencuentros dentro de la pareja, ya que no comparten la misma idea de lo que
significa estar enamorado/a y estar en pareja. Las
consecuencias de esta dinámica relacional basada en la ansiedad que genera
la separación son variadas:
•
Se produce una pérdida de la autonomía
personal.
•
Los límites personales de cada miembro de la pareja se
vuelven confusos. Cuando una de las persona se “olvida de si misma” comienza
a no tener presente sus necesidades, llegando incluso a olvidarse de ellas
o no sentirlas. Ocurriendo entonces que las necesidades
del otro pasan a ser las propias.
•
Esto último se relaciona también con otra de las consecuencias, la pérdida de identidad. Al
“perderse en el otro” se desdibuja la propia identidad, perdiendo el
sentido de la misma y la noción de quién es uno/a mismo/a.
•
Al refugiarse en la pareja y crear una especie de isla, ocurre que
la persona se queda sin la oportunidad de mantener sus
relaciones sociales y familiares, perdiendo
así una gran fuente de recursos sociales y apoyo social. Lo que
puede provocar sentimientos de soledad, que paradójicamente, provocan que
la persona se funda más en su relación de pareja.
•
La persona puede experimentar baja autoestima ya que le faltan elementos significativos en
su vida, que ha ido perdiendo o ha dejado de desarrollar.
•
También pueden aparecer síntomas psicológicos como ansiedad, ataques de
pánico, depresión y estrés entre otros.
Por
todo ello lo ideal es hallar el
equilibrio. Permitirse disfrutar de la compañía de la otra persona
a la vez que no se deja de disfrutar de las propias necesidades,
capacidades, habilidades, intereses, relaciones, etc.
Es
importante y saludable por ello preguntarse en función de qué motivaciones
emocionales organizamos nuestro tiempo, qué lugar ocupa la pareja en nuestra vida, qué lugar ocupan
el resto de relaciones, proyectos laborales, personales, etc.
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